En este mundo pervasivo donde internet está alterando todas las industrias y configurando nuevos actores y espacios de posibilidades para los clientes y usuarios, los servicios financieros permanecen esencialmente inalterados. Y ello pese a que tras 2008 los bancos han ido simplificando su rango de actividades, disminuyendo sus tasas de apalancamiento y reforzando su capital, de la mano de regulaciones que tratan de preservar la estabilidad financiera al tiempo que robustecen la protección del consumidor de productos bancarios y servicios de inversión.
La banca y los servicios financieros prestan a la economía sobre todo servicios de pago, inversión y financiación, y su materia prima es la información y los datos. Los bienes físicos que producen son dinero (que emite el banco central), tarjetas de crédito, y extractos bancarios. Y para hacerlo usan una gran capacidad instalada, edificios, oficinas, y un gran número de empleados. Y eso que los inputs de sus procesos son fundamentalmente datos, procesan datos, y entregan datos a través de webs online, dispositivos móviles o servicios telefónicos. La banca tiene unos costes de estructura cada vez más inasumibles: la simplificación de sus actividades, el exceso de deuda del sistema, el coste de la regulación y sobre todo, la reducción del margen financiero por el nivel casi cero de los tipos de interés, plantea dudas sobre la rentabilidad estratégica de la banca. Y sobre todo en el caso de la nuevas generaciones, una experiencia cada vez más digital es una exigencia creciente de los clientes, con una tendencia creciente hacia la transaccionalidad con un mínimo de «clics”.
Dada la velocidad y la amplitud de las tecnologías de internet, es claro que la transformación del modelo de producción e interacción con clientes de la banca y los servicios financieros habrá de ser un hecho más pronto que tarde, y bien harían las entidades (y algunas españolas están en la vanguardia), en desarrollar estrategias de visualización y adaptación a las posibilidades digitales, junto con planes de transición del modelo actual, que podríamos definir como una propuesta de valor híbrida digital/analógica con un proceso profundamente analógico. Hace falta pensar en un nuevo modelo de servicios financieros.
Hay distintos modelos teóricos de evolución de banca en el futuro y su enorme balance ha permitido la financiación hasta el momento de la economía productiva, pero los límites del modelo actual y el paradigma de internet impone el debate de como la digitalización aplicará la estrategia de cada entidad.
La digitalización «de verdad» (no es una nueva release de una aplicación existente o un nuevo workflow al uso) a través de internet es lo que se conoce como fintech, y está compuesto por las nuevas aplicaciones que se están desarrollando tanto en la propia banca como sobre todo, por miles de startups en todo el mundo. Pero la banca ha de ser tan fintech como los nuevos entrantes que se autodenominan nativos fintech. Lo único que cambia es la estrategia de adaptación al medio, en un proceso de captura de las preferencias de los clientes.
Es difícil hacer una mapa de fintech estable puesto que cambia casi a diario pero este es un buen y reciente intento. Como es visible, las startups fintech entran en prácticamente todos los campos de la actividad bancaria, y los seguros están siguiendo de forma cercana, adicionalmente afectados por las posibilidades que provienen de las plataformas colaborativas, que plantean retos de protección derivados de usos nuevos por parte de clientes que no sólo consumen sino que también producen (prosumidores).
La pregunta es pues: ¿Qué hace especialmente dificultosa la adaptación a fintech?
1) Su propia naturaleza de fintech, la rápida capacidad de diseñar líneas de negocio aisladas de principio a fin y con gran escalabilidad técnica. La velocidad del cambio, asociado a la Ley de Moore. La complejidad, diversidad y evolución continua de proyectos fintech hace especialmente difícil que las entidades establecidas puedan adaptarse con facilidad.
2) Por tanto y de forma novedosa, la adaptación depende no sólo de lo que individualmente cada entidad haga, sino de lo que haga una competencia no habitual y especialmente rápida , ya que las innovaciones llegan de distintas procedencias. Las grandes tecnológicas de internet como Google, Amazon, Facebook o Apple pueden en cualquier momento, y ya lo están haciendo en el campo de los pagos, entrar de forma más decidida a competir en otros ámbitos, adaptándose a la regulación correspondiente. O los nuevos entrantes especializados que pueden vender masivamente desde fuera de España en régimen de libre prestación de servicios desde cualquier lugar de la Unión Europea.
3) Y hay algo que cambia de forma fundamental: el cliente, cada vez más usuario acostumbrado a comprar o interactuar con un clic, cada vez entiende menos por qué los servicios financieros no son totalmente digitales. Sin embargo, la resistencia al cambio de proveedor es aún muy importante: es posible que el cliente no esté satisfecho, pero al tiempo la banca y los prestadores habituales de servicios financieros tienen su confianza ya que son estructuras conocidas, reguladas y supervisadas.
4) La tecnología rompe no sólo las fronteras entre negocios sino que ya está alterando los equilibrios entre países. Aquellos que fomenten ecosistemas emprendedores y de adaptación al medio digital acogerán actividades de mayor valor añadido en sus territorios. La actuación de la Administración Pública y de los reguladores locales es fundamental en las decisiones de los agentes.
Dado el carácter estratégico y altamente regulado de la actividad bancaria y financiera en general, la transformación fintech es un proceso demasiado crítico como para no responder a una estrategia de país. Y menos en un país como España, donde más del 80% de la población activa depende de Pymes y autónomos, que reciben financiación y servicios financieros de la banca instalada en España.
En esta línea, el Reino Unido es sin duda el país que más velozmente se está adaptando e incluso liderando, el desarrollo de una industria fintech a la cual la banca británica no puede responder sino adaptándose. El compromiso del Gobierno británico, de su Administración, y reguladores, especialmente la FCA, es notorio y el desarrollo de startups fintech está siendo explosivo. Muchas de sus nuevas compañías pueden operar en el resto de Europa en régimen de Libre Prestación de Servicios con lo que el no desarrollo de una industria competitiva local no es blindaje contra el cambio tecnológico inevitable. En el peor de los casos, se genera una «isla tecnológica» que acaba repercutiendo en Pymes menos competitivas, y personas con menos opciones para la gestión de sus asuntos financieros.
Por ello no es suficiente con una estrategia de adaptación individual, es necesaria crear las condiciones de adaptación de proveedores de servicios financieros, usuarios, reguladores y administraciones que permitan que la financiación del sistema productivo y que la capacidad instalada sea competitiva al tiempo que se retengan las actividades de valor añadido que de otra forma acabarán deslocalizándose a territorios más propicios. Una estrategia fintech de país es necesaria.
Financiero, inversor estratégico y consejero/asesor en proyectos de transformación de modelo de negocio impactados por la tecnología. Profesor asociado en programas formativos de adaptación a tecnologías de internet.